_Artículo de Jonathan Smith, profesor de Epidemiología de Enfermedades Infecciosas y Salud Global en la Universidad de Yale_
“Específicamente, quiero ser claro y directo sobre dos aspectos de las medidas de distanciamiento social. Primero, estamos al inicio del trayecto de esta epidemia. Eso significa que incluso con esas medidas veremos aumentar los casos y las muertes globalmente, nacionalmente y en nuestras comunidades en las semanas que vienen. Esto puede llevar a alguna gente a pensar que las medidas no están funcionando. Lo están. Pueden parecer inútiles. No lo son. Usted se sentirá desanimado. Bien. Eso es normal en un caos. Pero esta es la trayectoria normal de una epidemia. Mantenga la calma. No es que estemos fallando, sino que el enemigo al que estamos enfrentando es muy bueno en lo que hace. Se necesita que todo mundo se mantenga firme mientras la epidemia inevitablemente empeora.
Esta no es mi opinión; es la matemática implacable de las epidemias a las que mis colegas y yo hemos dedicado nuestras vidas, para entenderlas a fondo, y esta enfermedad no es la excepción. Lo que quiero es ayudar a la gente a enfrentar el impacto. Hay que mantenerse firme y solidario, con la certeza absoluta de que lo que hacemos salva vidas, incluso si hay gente que se enferma y muere. Uno puede sentir la tentación de rendirse. No lo haga.
Segundo, aunque las medidas de distanciamiento social han sido bien recibidas, al menos temporalmente, hay un fenómeno obvio pero que a menudo se ignora al considerar a los grupos, como por ejemplo las familias, en las dinámicas de transmisión. Si bien el distanciamiento social reduce los contactos con otros miembros de la sociedad, típicamente los aumenta con la familia y los amigos muy cercanos. Estudio tras estudio demuestran que incluso si hay poca conexión entre grupos (en eventos sociales, juegos, etc.) la epidemia no es muy distinta que si no hubiera medidas del todo.
Hay que ver a la familia entera como una sola unidad; si una persona se arriesga, todo el grupo está en riesgo. Las pequeñas cadenas de contactos pueden extenderse y complicarse con alarmante rapidez. Si su hijo visita a su novia, y luego usted toma café con un vecino, su vecino está ahora conectado con el oficinista cuya mano estrechó la mamá de la novia de su hijo. Puede sonar ridículo, pero no lo es. No es una broma ni una hipótesis. Como epidemiólogos lo vemos constantemente en los datos, pero poca gente presta atención. A la inversa, cualquier ruptura de la cadena interrumpe la transmisión para todos los demás eslabones.
A diferencia del lavado de manos y otras medidas personales, el distanciamiento social no es un asunto de individuos sino de grupos. Además, toma tiempo ver los resultados de estas medidas. Es difícil visualizar cómo “una reunioncita” puede echar a perder toda una estrategia pública, pero lo hace. Les aseguro que lo hace. Se lo aseguro. Se lo aseguro. Se lo aseguro.
No se puede hacer trampa. A la gente le tienta hacer “solo un poquito” de trampa, con una cita para jugar, un corte de pelo, una compra innecesaria, etc. Desde el punto de vista de las dinámicas de transmisión, eso rápidamente genera una red social altamente conectada que mina el trabajo de toda la comunidad. Este virus no perdona a quien rompe las reglas.»