Akihito pasó el Trono del Crisantemo a su hijo mayor, el príncipe heredero Naruhito, de 59 años, tras una serie de solemnes rituales que marcan el inicio de una nueva era imperial. Es la primera vez en dos siglos que un emperador japonés cede el puesto en vida
El emperador de Japón Akihito realizó este martes la ceremonia de abdicación, la primera en más de dos siglos para la más antigua monarquía del mundo.
Akihito pasó el Trono del Crisantemo a su hijo mayor, el príncipe heredero Naruhito, de 59 años, tras una serie de solemnes rituales que marcan el inicio de una nueva era imperial.
Akihito dijo que se siente «afortunado» de haber desarrollado sus funciones «con un profundo sentido de confianza y de respeto hacia el pueblo».
«Hoy concluyo mis funciones como emperador», dijo el emperador de Japón al inicio de su breve intervención durante el acto, celebrado hoy en el Palacio Imperial ante 294 participantes, incluyendo representantes de la familia real y de los tres poderes del Estado.
Tras dar las gracias por sus palabras al primer ministro nipón, Shinzo Abe, quien le precedió en la ceremonia, quiso agradecer también al pueblo nipón «por apoyarle y aceptarle en su papel como símbolo del Estado».
Akihito, de 85 años, se dirigió de este modo a los presentes en la ceremonia de abdicación, de poco más de diez minutos de duración y celebrada en el Salón Pino, el mayor y de más altura del Palacio Imperial de Tokio.
Antes de su intervención, los chambelanes presentaron dos de los Tres Tesoros Sagrados que Akihito ha custodiado durante sus tres décadas en el trono y que simbolizan el poder del cargo, además de los sellos imperiales empleados para firmar documentos oficiales.
El acto concluyó al abandonar la sala Akihito, acompañado por los chambelanes que portaban los cofres con los Tesoros Sagrados, y seguido por Michiko y los otros miembros adultos de la familia imperial.
Akihito seguirá siendo emperador hasta medianoche, cuando el país entrará en una nueva era, Reiwa («bella armonía»), después de tres décadas de era Heisei («logrando la paz»).
Los rituales habían comenzado más temprano el martes, cuando Akihito, vestido con una decorada túnica de color marrón-dorado y un enorme sombrero negro, realizó ante una creciente multitud que se congregó a pesar de una fina llovizna frente al palacio imperial el ritual de «informar» sobre su abdicación a sus ancestros en varios santuarios sintoístas.
Es la primera vez en dos siglos que un emperador japonés cede el puesto en vida,en virtud de una ley de excepcion hecha a medida para Akihito.
A mediados de 2016 el emperador dijo que quería dejar el trono porque ya no podía ejercer «en cuerpo y alma» debido a su edad (85 años en la actualidad) y a su estado de salud.
Fue el gobierno el que decidió la fecha de la abdicación y todo lo que la rodea, un proceso en el que la familia imperial no ha tenido voz ni voto.
Peregrinación
La población japonesa se prepara para festejos históricos y casi inéditos porque esta vez la nación no está de luto por el deceso de un soberano. Sí lo estaba en 1989 (muerte de Hirohito, también llamado emperador Showa), en 1926 (por el emperador Taisho) y en 1912 (por el emperador Meiji).
Las principales ceremonias, muy protocolarias, durarán solo dos días (30 de abril y 1 de mayo) y se celebrarán en la más bella sala del palacio imperial. Serán difundidas por la cadena pública NHK.
Se esperan concentraciones públicas en las inmediaciones del palacio imperial y de los santuarios sintoístas, religión por la que se rigen parte de los ritos imperiales.
Habrá más actos con motivo del traspaso del trono a lo largo de los próximos meses, sobre todo en otoño, con la asistencia de jefes de Estado y de numerosas personalidades.
«Hay varias etapas en las ceremonias de sucesión que de hecho no figuran en ninguna ley», explicó recientemente el editorialista e historiador Eiichi Miyashiro. «El sentido de estas ceremonias es difícil de entender y la mayoría de los japoneses lo ignoran», añadió.
Akihito y su esposa Machiko realizaron sus últimas peregrinaciones en un país que recorrieron durante tres décadas, sobre todo para reconfortar a los damnificados tras las catástrofes naturales de la era de su reinado.
Afecto
Los emperadores gozan de respeto en el país por su cercanía a los ciudadanos.
La emperatriz Michiko despierta «gran entusiasmo» y él supo ganarse el afecto «por ejemplo estrechando manos», precisa Hideya Kawanishi, profesor de la universidad de Nagoya.
Pasan a ser emperador y emperatriz eméritos y ceden el palacio imperial a Naruhito y a su esposa Masako, de 59 y 55 años respectivamente.
Naruhito se convertirá en el nuevo «símbolo del pueblo y de la unidad de la nación»,según la definición de la Constitución que entró en vigor en 1947 y con la que el emperador perdió su estatuto de semidiós.
Naruhito promete seguir los pasos de su padre. Ha dejado claro que continuará obrando para que las generaciones futuras conozcan los abusos cometidos por Japón durante la guerra y apoyando a las víctimas de catástrofes naturales.
Según los expertos, con esto no le bastará para dejar huella, pero su preocupación por el problema del agua en la Tierra podría darle un cariz más internacional a su papel.
Fuente: www.infobae.com
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