• Factores familiares, laborales y personales detonan los niveles de estrés.
  • Fármacos, terapia psicológica, ejercicios de relajamientos son algunos métodos para combatir esta enfermedad.
  • La gatoterapia es un método eficiente para mejorar la salud.

Gastritis, colitis, migrañas, presión alta, dolores de espalda o de cuello; resfríos constantes, mal humor, poca tolerancia, enojo, ira, entre otros, forman parte de los cientos de efectos que produce el estrés en el cuerpo humano. Estamos tan acostumbrados a vivir con altos niveles de preocupaciones que hacemos caso omiso, cuando nuestro cuerpo nos habla a través de estos comportamientos y afectaciones.

El trabajo, la familia, el consumismo, las diferentes circunstancias personales generan una gran dosis de tensión, que producen estados de inquietud y malestar, los cuales desencadenan graves dolencias físicas que afectan nuestro comportamiento diario en los diferentes entornos en los que nos desarrollamos.

“El estrés inicia como consecuencia de un conjunto de demandas ambientales que recibimos, a las cuales el cuerpo no está acostumbrado y debe dar una respuesta, para lo cual pone en marcha lo que llamamos recursos de afrontamientos para combatir los efectos de estas tensiones. Esto es lo que ocasiona que las personas tengan cambios biológicos y psicológicos causados por el estrés”, explica la Dra. Geisel Morera, médica general, de la Clínica Integral en Costa Rica, quien suele atender pacientes con diferentes patologías, generadas por este mal silencioso y persistente, típico del siglo XXI.

El concepto de estrés nació en los años treinta, cuando el fisiólogo canadiense Hans Selye observó que todos los enfermos, que atendida, presentaban síntomas comunes como cansancio, pérdida de apetito y de peso, debilidad, fatiga, etc. A esto lo llamó síndrome de estar enfermo. Posteriormente, un estudio realizado, en 1998, por  Christopher Murray, de la Universidad de Harvard y Alan López, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), llamado The Global Burden of Disease (La Carga Mundial de la Enfermedad), concluye que las enfermedades mundiales más comunes, para el año 2020, tendrán que ver directa o indirectamente con el estrés. Estas enfermedades son, por ejemplo: cardiopatías, depresión severa, accidentes de tráfico, derrames y enfermedades crónicas de pulmón.

Además, la OMS prevé que la depresión, para el 2020, será la tercera causa de morbilidad  y calculan que, en la actualidad, aproximadamente 300 millones de personas son afectadas por la depresión, a nivel mundial.  “La depresión es un síndrome conformado por una serie de síntomas que afectan el ámbito afectivo de la persona como la tristeza patológica, decaimiento, irritabilidad y el trastorno del humor, los cuales generan una disminución importante en el rendimiento a nivel profesional y una gran limitación en la vida social”, detalló la doctora Morera.

La Universidad de California publicó, en el año 2004, un estudio cuyos  investigadores demostraron que el estrés crónico tiene la capacidad de acortar la vida de las células del cuerpo, como consecuencia, las personas envejecen de manera más acelerada.  Además, las hormonas del estrés perjudican el cerebro, debido a que los altos niveles de cortisol pueden causar daños en el nivel del hipocampo, el que tiene una función muy importante en la memoria, en especial el recuerdo de actividades más recientes.

 “Ahí es donde viene el boom las sustancias antioxidantes, que es la terapia orto molecular para llevar al cuerpo a los niveles óptimos de cero estrés, a pesar de que haya estrés. Hay un proceso normal de envejecimiento, pero esto nos está llevando a envejecer más rápido y no solo físicamente, sino que nuestros órganos son los que envejecen”, explicó Morera.

La doctora explicó que, cuando se dan altos niveles de estrés, se ven afectados tres sistemas: endocrino, nervioso e inmunológico. Algunas de las muchas y variadas alteraciones a las que ella se refiere son:

  • Cardiovasculares: taquicardia, extrasístoles, hipertensión arterial, dolor precordial, aceleración de la arteriosclerosis, angina de pecho, infarto de miocardio.
  • Físicas: alteraciones digestivas, úlcera de estómago, colon irritable, dispepsia funcional (dolor o molestias en el abdomen superior), colitis ulcerosa, aerofagia.
  • Inmunológicas: infecciones frecuentes, herpes.
  • Respiratorias: hiperventilación, disnea (dificultad para respirar), asma psicógena, sensación de ahogo.
  • Sexuales: impotencia, eyaculación precoz, vaginismo, alteraciones de la libido, dispareunia o coitalgia (coito doloroso).
  • Dermatológicas: picor en la piel, alergias, dermatitis, hipersudoración, alopecia, dermatitis atípica.
  • Musculares: calambres, contracturas., rigidez, hiperreflexia, hiporreflexia, dolor muscular.
  • Afectivos: trastornos en la alimentación, cambios de personalidad, miedos, fobias, suicidios.
  • Nerviosas: pérdida de memoria, dolores de cabeza, insomnio, debilidad o fatiga, ansiedad, cambios de humor, aumento de consumo de drogas sociales, depresión.
  • Psicológicas: preocupación excesiva, falta de concentración, falta de control, desorientación, olvidos frecuentes, consumo de fármacos, bloqueos mentales, hipersensibilidad a las críticas, incapacidad de decisión, trastornos del sueño, adicción a drogas.

Trabajar para vivir, no vivir para trabajar. Las terapias más comunes. La psicóloga Makeilyn Chaviano, quien trabaja con EAP Latina Corporation y es docente de educación superior en Costa Rica explicó que, si bien existen muchos tipos de terapia para combatir o disminuir los niveles de estrés, lo más importante radica en tener tiempo para uno: “Lo más importante son los hábitos y el estilo de vida que lleven las personas. Ellas son las que van a predecir qué tanto les va a afectar el estrés o no. Una persona que no hace nada más que trabajar y tener pareja o familia, que ya de por sí constituye otro estresor, es más fácilmente  vulnerable para que el estrés le afecte más.  Una buena alimentación, hacer deporte, tener actividad recreativa de entretenimiento personal, que no sea compartida con los hijos ni con la pareja ni con nadie, sino que sea solo para ellos. El espacio personal es sumamente importante para poder regular esas emociones”.

Agregó: “Las personas se ven tan encerradas en sus labores y su cotidianeidad que pierden la capacidad de divertirse, de recrearse; asimismo, la creatividad para poder innovarse a ellas mismas en otras situaciones, aunque puedan y tengan los recursos. Es importante recordar siempre que uno trabaja para vivir, no vive solo para trabajar”.

  • Relajación. Uno de los métodos que, tradicionalmente, es más utilizado para combatir el estrés es el método Jacobson, que consiste en contraer los músculos de una región del cuerpo, para posteriormente relajarlos hasta conseguir una relajación profunda.
  • Control de la respiración. Utilizado en la religión hindú, en las artes marciales para mayor concentración, sirve para controlar el estrés y contrarrestar los efectos negativos.
  • Meditación. Esta busca una relajación profunda para concentrarse en frases, movimientos rítmicos e imágenes. Es una técnica que se ha utilizado en muchas religiones, como budistas, hinduistas, cristianos (eremitas).
  • Es un espacio en que la persona puede hablar abiertamente con un psicólogo y persiste la relación médico/paciente.
  • Fármacos. Se utilizan cuando los niveles de estrés son muy altos, al punto de que los síntomas comienzan a deteriorar o afectar algún órgano y se recurre a estos para evitar que el problema se complique aún más.

Finalmente, la psicóloga Makeilyn Chaviano, independientemente de cualquier  terapia, considera que lo básico para el control del estrés es el control de las emociones, así como el disfrute del tiempo personal. “Así como se exige ser bueno con los demás, buen trabajador, hijo, esposo, hermano, papá, etc., exíjase ser bueno con usted mismo. Dedíquese tiempo y espacio, eso es amor propio y ese amor nadie se lo puede dar. Traten de sacar al menos una hora por semana de tiempo solo para usted, sin compartirlo con nadie, además de un estilo de vida saludable, para tener una mejor calidad de vida”, concluyó.

Por: Licda. Jennifer Pazos M. – Periodista